martes, 14 de noviembre de 2006

¿Gripa?

Meneo la cabeza un poco, ¿gripa? Mi mirada era triste, mis ojos estaban rojos, mi cuerpo casi desfalleciendo sobre la mesa que sostenía al equipo de computo. Gripa. Si, al parecer tenía todos los síntomas de la gripa, para acentuar un poco más mi estado, me rozo brevemente la parte baja de mi nariz con la mano derecha.

-- Así es, profesor.

Contesto sin esforzarme, mi voz salió más serena de lo que yo suponía que sería capaz de emitir. El General Bravo, ya no pregunto más. ¡Ja, gripa! Gripa tuve la semana pasada, pero gracias a Dios el domingo en la tarde ya me sentí del todo recuperada, ni que decir de la mañana. Gripa. Una buena excusa, excelente respuesta para aplacar a cualquier masa curiosa que ande por los alrededores. Me duele la cabeza, si, es cierto, pero es natural, porque cuando uno llora mucho y cuando se estresa mucho es natural que la cabeza te duela así.

La última vez que me vi al espejo esta mañana, pude ver lo que quedaba de mi persona, no mucho, y a juzgar por el semblante de mi cara y el aspecto de mis ojos, pareciera que me había introducido fármacos al organismo...

--... y eso que no le doy al tabaco ni al alcohol.

Río estúpidamente pues bien se que me siento triste, y salgo de el baño de mujeres. No entré por lo usual, sino por lo más cursi que una mujer tendría para entrar: el llanto. En vano intenté contenerlo y al punto de sentirme encerrada en el cúbiculo mis lagrimas se desbordaron. Maldije y oré, pero no quedé en paz. Tras tranquilizarme salgo al encuentro con la vida.

Mi familia piensa que me va muy bien en la escuela, qué lástima, vergüenza les daría de saber a que me dedico aquí. Ni en lo más remoto se suponen que mucho a la escuela he descuidado. No por malas amistades, quienes al contrario me animan buscando mi bienestar, cuando las veo. He faltado mucha clases, he dejado de entregar tareas, he dejado de preocuparme por la escuela en si.

En la sala de espera, me encuentra Genny, una gran amiga, de las más cercanas, en vano intenté cerrarme de ella, y tuve que desembocar todo mi pesar, sin ejemplificar, sin especificar. Pero hoy yo estaba ahí, esperando por la sala, que se desocupara, porque ya no deseaba seguir faltando, y esta vez, no me iría como lo había hecho en varias clases pasadas.

 Entré casi arrastrando mi mochila, caminando detrás de mi amiga, no sentía la menor pizca de interés, ni siquiera aun cuando el profe nos puso un problema en el pizarrón, el supuesto examen. Supuesto porque, según me lo contó la muchacha que si entró el viernes pasado, no tendría lugar hoy lunes, sino hasta el miércoles. Sonrío con ironía, imaginando el gran cero escrito con tinta roja ocupando el mayor espacio posible de mi hoja. ¿me preocupa? No, en estos momentos no me preocupa nada. Otra gente, no muy contenta con la idea del maestro respinga en contra. Tras un rato, Gabriel Bravo con su característica sonrisa juega con nosotros para finalmente decirnos que no es el examen sino un ejercicio de práctica. Esto es algo, quisiera dejarlo muy en claro, excepcional, un evento que será muy dificil de ver repetido, a la vez fue acertado.

 Aun escribiendo detalles en el pizarrón, alisto mi máquina , mientras mi cabeza da vueltas, los pensamientos no cesan de gritar. Dejo mi vista fija en el pizarrón mientras el maestro escribe, tratando de encontrarle sentido, tratando de encontrar porque debo esforzarme por entenderlo; ni siquiera estoy tratando de leer lo que pone, solo me concentro en el cuadrado blanco al que llamamos pizarrón, estoy viendo sin ver, mis pensamientos están en un lugar muy distante.

 Los ojos del maestro Gabriel se cruzan con los míos, y mi finta agotada. Sin dejar de sonreír un segundo, me pregunta:

- Rocío, ¿tienes gripa?

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